Enrique Mochales
(Bilbao, 1964).
EntreVistArtista: No le busques tres pies a la silla… ¿Qué verá el espectador en tu más reciente exposición?
Enrique Mochales: Verá tritones, medusas, oscuridades azules, y agujeros
negros hacia el infinito del terror, que es un ocho recostado sobre una cama y
que forma con su carne y sus vísceras la cinta de Moebius, o el vuelo de la imaginación.
El más profundo de mis miedos es el miedo al miedo.
De espaldas al mundo, con la mirada hacia su universo interior. (Rosa MaJiCor)
En el estudio del Artista, Enrique Mochales. Fotografía Alex Etxebarria.
EVA: Miedo al miedo, la angustia ante lo desconocido, el temor a
caer en el abismo… ¿qué trayectoria sigue tu mente cuando el espíritu parece
quebrantado por el dolor? ¿En qué medida el arte resulta paliativo o el remedio
mismo?
EM: Mi
trayectoria es la misma que entre dos montañas, una es el dolor, otra la
felicidad. Yo intento tomar el camino del valle. Como decía aquel: "No
sufro, pero soy feliz". El arte es balsámico y medicinal. No entiendo a
los que dicen que no sirve para nada. El arte es, en cierta forma un exorcismo
y la escritura, algo así como Ríos de palabras:
“Aléjate
de tus escritos y podrás verlos. En los textos hay ríos de vacío, entre
espacios de palabras Las letras son una selva completamente cubierta de árboles
de todas las especies Los animales de ésa selva parecen tildes, o signos de
exclamación, o puntos suspensivos cuando se unen a las letras La página está
plena de follaje, arbustos que mantienen todo su significado en el orden
natural de las cosas. No te pongas las gafas, no es necesario Cuando te
transformas en pájaro del Paraíso, cuando te alejas de la selva puedes ver
mejor el folio que estás escribiendo, o plantando de flores tropicales. Cuanto
más escribas, más pequeños serán los árboles, que se convertirán en borrosas
manchas verdes Una innumerable sucesión de afluentes caprichosos se añaden a tu
particular. Amazonas de palabras que ya no significan nada, puesto que
lentamente se han transformado en selva. Entrecierra los ojos como si la
atmósfera fuera mucho más oxigenada, aléjate del texto poco a poco, e intenta
abarcar el mapa de todo lo que has escrito hasta ahora. Cuanto más asciendas
verás los ríos. Ríos que se unen locamente formando varios cauces y llegan
hasta el final del párrafo, al estuario, al mar de la infinita ensoñación, al
inmenso océano de lo que queda por escribir”.
EVA: Profundizas en la palabra, cual amante. ¿Cómo es tu proceso amatorio?
EM: Mis textos nacen de un mecanismo creativo que me
mantiene ocupado durante todo el día. Mi río (pasión) es uno que fluye hacia el mar. A veces me aferro a una rama frágil, pero me suelto porque la vida es una aventura que
no se vive más que en este planeta, a no ser que exista un Universo aún mayor.
EVA: Tu día a día, las horas llenas de vacío pero también de
amabilidad, ¿te consumen irremediable o ellas consuman en ti el acto creativo?
EM: Creo que consuman en mí el acto creativo de estar vivo. Ocupo mis horas pintando, escribiendo y viviendo un poco la calle, el arrabal y el
malevaje.
EVA: ¿Cómo es la mirada
del artista sobre el hombre? ¿Qué expresión tiene en su rostro que borrarías?
EM: La mirada del artista sobre el hombre es multifacética,
íntima, personal. Borraría el miedo y el dolor de cualquiera. Yo he pasado por
una larga sucesión de transformaciones de las que he salido renovado y ahora me
puedo considerar un hombre afortunado, porque sé que hay gente que me quiere
tal y como soy.
Mírame como soy, frágil humanidad desde la fortaleza misma. (Rosa MaJiCor)
En el estudio del Artista, Enrique Mochales. Fotografía Alex Etxebarria.
EVA: Cómo eres, quién eres
en ti. Ahora. Antes… quién hubo habitándote.
EM: Soy inmediato, impaciente, mentiroso, manipulador y
todo lo aborrecible que se pueda dar en un ser humano, pero soy leal a mis
amigos.
En
el colegio se me llamaba Mochales despectivamente, porque "mochales",
significa estar loco, estar de la mocha, como una cabra mochales, así que me
siento totalmente identificado con este apellido tan peculiar. Creo que, al fin
y al cabo, ahora me habita una cabra mochales.
Me
habitó un ángel, después un demonio súcubo y más tarde, un dragón. Ahora soy
una especie de cyborg...
EVA: Cuando dices: “el hombre que
no sabe mentir, no tiene piedad”. ¿Tu vida es una mentira en la cual te
refugias con piedad?
EM: Me
refiero que a un niño no hay que decirle que son bombas lo que suenan, sino
fuegos artificiales. Todas las vidas son mentira. No sabemos si cada mañana nos
levantaremos o si habremos muerto el día anterior. "La vida es
sueño", que decía Calderón de la Barca.
EVA: “Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece; sueña el pobre que padece su miseria y su pobreza”.
¿Cuál es tu mayor fortuna y cuál tu menor miseria?
EM: Mi mayor fortuna mis amigos, mi menor miseria estar
vivo.
EVA: ¿Estar vivo no es lo mismo a vivir sin estar? Cuál la
diferencia…
EM: Estar vivo es estar, eso sí, sin estar
estando todo el tiempo en estado de hombre sentado. Ser o no estar, esa es la
cuestión, si Shakespeare me lo permite. Por
ejemplo, Dios no está, Dios es. De la misma forma nosotros no estamos, somos.
En el estudio del Artista, Enrique Mochales. Fotografía Alex Etxebarria.
EVA: Somos producto de
nuestra imaginación, de lo que creemos ser. Estamos atados al tiempo y la
inconsistencia de sus limitaciones. Aquí y ahora, qué te aflige…
EM: Me aflige que el
mundo no sea realmente un mundo democrático, unido y preparado para el futuro
que se nos avecina. Yo me considero de Bilbao, pero también ciudadano del
mundo donde no hay fronteras, donde el hombre puede ser realmente libre.
Tengo
apellidos vascos, hispanos, sefardíes, ascendencia griega. Mi familia por parte
materna tuvo que huir de la Francia ocupada para salvar su vida. Mi nombre completo es Enrique Jacques Mochales Mijan
Iza Redondo Perez-Landa Cohen Rementería Fradua; etc.
Evidentemente, nadie somos pura sangre y yo pienso como un
amigo mío, que en el mestizaje está la solución.
EVA: ¿Una nueva conquista? La solución a qué, ¿a tener menos
miedo a enfrentarnos como seres individuados ante la presencia del ser? No
podemos distorsionar la identidad a capricho, a menos no haya sido alimentada
adecuadamente. No
le busques tres pies a la silla…
EM: La realidad está distorsionada por la historia, por la
conciencia del ser humano, es un espejo multifractal, no existe la realidad.
EVA: El camino hacia el
lienzo, cuál el proceso; desde que gestas la idea hasta que la obra es expuesta
y más tarde, el público cautivo que la adquiere.
EM: Un
cuadro en blanco se transforma y re-transforma continuamente, hasta llegar a un
resultado final que es mejor no conocer, pues se desvanecería; en mi caso, la
ilusión. La obra la ve la gente en mi facebook o medios similares, después
sólo hace falta trabar una amistad y una complicidad con el galerista. Tras
ello, sólo queda poner los precios, que en mi caso, son económicos pues no
considero que al arte sea un lujo.
La obra se adquiere, no sólo se observa. Sí existe un público
cautivo, aunque hace falta que alguien se enamore de un cuadro. Por otra parte,
no falta el cliente que colecciona mi obra y se la lleva por un buen precio.
EVA: El diálogo
con los galeristas, tu relación con ellos...
EM: EL diálogo es
caótico pero todos los caminos llevan a alguna parte; lo importante es trabajar
en serio. Detrás de mí hay gente que me aprecia de verdad. Me consideran buen
escritor y buen artista plástico. La cuestión
estriba en tener algo bueno que mostrar y elegir o pedir un lugar apropiado
para la exposición.
Diálogo intimista del ser. (Rosa MaJiCor)
En el estudio del Artista, Enrique Mochales. Fotografía Alex Etxebarria.
En
la intimidad de su tiempo-espacio, el sujeto es objeto de la mirada intrusa que
camina coja e insegura buscando un buen ángulo, encontrando refugio a espaldas
del sujeto y abriendo aún más sus ojos por si la atrapan. Pero es ciega y tantea
incierta, torciendo su andar y alejándola todavía más de su objetivo, el sujeto
inmerso en sus pensamientos.
Y
lo mira apenas viéndolo. Y lo palpa apenas sintiéndolo. Y yo grito por dentro: –acércate
sin miedo. Pero la mirada no me escucha. Estoy muy lejos. Como él, que parece
cansado de esperar el milagro lo ponga a salvo. Hasta su voz habla con timbre
apagado, aunque si la escuchas con atención, es tan vibrante y colorida como
cada una de sus pinturas que ociosas observan desde lo alto.
Todos
estamos atentos al instante mismo de la acción: el acto de ver desde dentro,
aunque pretender encontrar al sujeto sea objeto de allanamiento. Las pinturas
lucen alegres, risueñas, como abigarrando el instante para no enloquecer
de miedo, el temor a no saber qué las deparará el futuro.
Entre
mayor es la incertidumbre, las manecillas del reloj apuntan ansiosas hacia la salida,
pero la mirada parece menos tímida y decidida intenta abarcar la totalidad del
reducido espacio girando en redondo, buscando encontrar la historia de una vida
en tan sólo segundos y retratar al hombre, al ser humano sentado ante el vacío
mirándose desde dentro; sus horas, sus vidas pasadas y futuras, el presente de
un llanto sostenido en vilo por la fortaleza de sus miedos.
Los
objetos permanecen quietos, inmóviles… hasta el reloj contiene la respiración,
mientras la mirada penetra la intimidad de aquel hombre cuya fragilidad es su
fortaleza. Pasadas las horas, la mirada se voltea, me mira penetrante, me
pregunta la razón de cada pregunta. La miro de frente, la respondo: –porque él
es el Arte, mi fe en él. (Gracias, Enrique).
Rosa Matilde Jiménez Cortés
Córdoba, octubre de 2015.
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