"... Con ese laberinto de brazos tendidos y manos cogidas te atrapan verdaderamente en la red que forman y te quedas mirándolos sin pensar, o en las nubes, intrigado sin saber de qué. Gaya Nuño decía que un valor que debe tener una obra de arte es el misterio, y a sus cuadros no les falta de ninguna manera...Esas variaciones que siempre son distintas pero que nunca dejan que te olvides del núcleo original siempre enganchan e intrigan, como las figuras de un surtidor o de las llamas o los reflejos del sol en una piscina, o el ruido del agua que corre. Nunca aburren precisamente porque siempre tienen algo que dura, que permanece." 
(Juan Renales)
Julio Ojea Merìn, Pintor español (1955). Nato a Madrid, studia e frequenta corsi di disegno, pittura, ceramica, smalti, arazzi. Lavora nel mondo del cinema e della televisione, eseguendo scenografie ed ambientazioni  ed in quello dell’illustrazione con diverse pubblicazioni. Attualmente vive e lavora a Roma.  
"La   obra expuesta interesa una asombrosa cantidad de cuestiones pictòricas  y  concomitantes, desde la extraña armonia de las soluciones aportadas   hasta la encantadora indiferencia casi inimaginable  que lìneas y   colores atestiguan hacia toda escuela en vigor o fenecida, moda o   quadra, pulsiòn vanguardista o academicista, pasando por la obstinada   fidelidad a un canon de belleza elaborado o florecido en lo que se   adivina puro afecto, limpio amor poètico al oficio, y porque todo esto   se produce con una discreciòn tal que en un primer momento uno corre el   riesgo de ni advertirla siquiera. Esta discreciòn radica en el ingenio y   el humor que los cuadros traslucen, sutil y contrario a toda   estridencia, y en la depuraciòn compositiva y tematica, que insiste en   mostrarnos el cuerpo humano sometido a una mirada que lo desnuda de toda   inserciòn en el juego equìvoco de los halagos, aislàndolo en una danza   ingràvida donde adquiere perfiles de signo, de expresiòn gràfica con   sabor a ideogramma prealfabètico, a proyecciòn genuina de visiones   depuradas en la pared espiritual de una recòndita caverna que no me   atreverìa a llamar platònica ni prehistòrica, pero que tiene algo de   ambas si bien se considera, tanto porque lo que nos ofrece son sombras   en cierto modo como porque este mismo juego animista se realiza con tan   pocos trucos, tan despojado de adherencias y resabios que dirìase rito   celebrativo extramuros de la historia o a lo menos mirada que nos  recoge  desde la otra orilla.Por otra parte, tanto en las composiciones  donde  estos cuerpos-alma trasmigran de arriba abajo y de abajo arriba   simultàneamente, atravesados por un fluido de luz que se presiente   tempo, en remota semejanza con antigas estampas de un Juicio del Ultimo   dìa desdramatizado y pulcro que se estuviera produciendo a cada   instante, como en esas almas-cuerpos individuales encapsuladas en   platillos de remoto sabor cretense, obligadas a rendir el gesto acorde   con los lìmites de su condiciòn, el pintor no ha dejado de añadir un   sello personal al caràcter casi abstracto, monacal de sus criaturas:   sospecho que una finìsima malicia le ha llevado a convertir antiguas   perplejidades infantiles, inclinaciones propias del perverso polimorfo,   en huso donde devanar la madeja de su objetividad, de tal forma que   estos trazos tenazmente enfeudados en sutiles rigideces y cultivadas   desproporciones garantizan al ojo la ilusiòn inexcusable de ser   perfectamente inimitables... ...Para su suerte o para su   desgracia, he aquì a un artista fuera de horma, que enamora a los   desprevenidos y desconcierta a los resabiados."    
(A. Cerezales)
 

 
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